Por Carlos Del Frade
La
Argentina del tercer milenio tiene su desarrollo basado en un modelo
extractivo que presenta varias máscaras según las particularidades
geográficas de las provincias donde se lleva adelante.
En la provincia de Misiones, por ejemplo, la careta adquiere fisonomía
de explotación forestal vinculada a las grandes pasteras que están
ubicadas en la tierra roja desde los últimos treinta años.
La selva original fue desplazada por los pinos importados y la yerba
mate ya no reúne a cientos de trabajadores que, de esta manera, tienen
que migrar hacia otras regiones de la Argentina.
El resultado es la extranjerización de las riquezas y la explotación industrial de los recursos naturales.
Una lógica que se repite, por ejemplo, en las provincias de San Juan y
Catamarca, donde las mineras a cielo abierto consumen millones de litros
de agua que comienzan a escasear para los agricultores familiares y,
por otra parte, empiezan a temer los efectos de tanto cianuro que se
utiliza en el proceso de la extracción de los minerales.
A pesar de que seis provincias tienen leyes que prohíben esta práctica
minera, de a poco, distintos gobernadores comienzan a promulgar otros
decretos que sirven de atajos legales para impulsar el negocio
multinacional.