Salvador López Arnal
Se consideraba que la contaminación ambiental aumentaba las probabilidades de enfermedades cardíacas, respiratorias y cerebrovasculares. No era poco. Pero aún hay más. Aunque no es una novedad total. Lo señalado ha sido comentado y defendido de una u otra forma en multitud de estudios científicos en los últimos años. Pero ahora es un organismo reconocido internacionalmente quien apoya y abona una hipótesis ya muy contrastada.
“Es el carcinógeno ambiental más importante, más que el tabaquismo pasivo”. “La contaminación ambiental en espacios abiertos causa cáncer pulmonar” [1]. Son afirmaciones de la OMS. La Organización Mundial de la Salud, nada sospechosa de indocumentación o izquierdismo, ya calificó el hollín del diésel como cancerígeno en junio de 2012 (recuérdese que en nuestras ciudades la mayor causa de la contaminación del aire urbano es el tráfico rodado).
Es lo que muchos sospechábamos, lo que muchos intuíamos. Sin poder establecer ninguna relación causa-efecto. Teníamos, tenemos, los muertos muy cerca de nosotros… y muy presentes.
La Agencia Internacional de Investigación Oncológica (IARC), que ha revisado más de 1.000 artículos publicados en revistas científicas de primera categoría, declaró el pasado jueves que “la contaminación aérea es un carcinógeno” (junto a peligros conocidos como el asbesto, el tabaco o radiación ultravioleta). Y no cualquier cancerígeno: "Consideramos que este es el carcinógeno ambiental más importante, más que el tabaquismo pasivo", ha afirmado Kurt Straif, el titular del departamento de la IARC que evalúa las sustancias causantes de cáncer. Uno de sus principales riesgos son las pequeñas partículas que pueden depositarse en los pulmones.