martes, 11 de junio de 2013

La huella local del calentamiento global

El clima cambia lentamente, pero Costa Rica ya tiene espejos científicos para ASOMARSE AL FUTURO. La temperatura subirá, el agua escaseará más donde ahora hay sequía y abundará donde hoy se sufre por inundación.


DARIO CHINCHILLA U.
dario.chinchilla@nacion.com | revistadominical@nacion.com
Costa Rica, 09 de junio del 2013
La Cruz, en Guanacaste de Costa Rica, ya es un cantón cálido, por decir poco. En 70 años, podría ser aún más caliente y seco, lo cual lo emparentaría con el tipo de clima propio del outback australiano y del sertón brasileño. La lluvia podría disminuir hasta la mitad. Este paso, de un clima tropical cálido a uno semiárido, es uno de los escenarios posibles que ha proyectado el Instituto Meteorológico Nacional (IMN) de Costa Rica, en pronósticos que ha ensayado para lo que resta del siglo en todo el país.
El cambio climático está ocurriendo. Podríamos engañarnos con que falta demasiado para que los cambios sean visibles. Sin embargo, la mutación en el carácter de la atmósfera ocurre ahora. Ya.
La costa Caribe, por ejemplo, pierde arena a marchas forzadas. En extremos del país, hay comunidades flotantes cuando sobra el agua, y sedientas cuando falta. Las especies naturales saben adaptar- se y migran cuando el calor aumenta, pero cuando plantas y bestias están encerradas en una reserva y no existen los corredores biológicos, no hay para donde migrar. Los científicos afirman que el turismo, la generación elétrica y la prevención de enfermedades se deberían estar planeando en función del clima.
¿Cuánto le lloverá a nuestros hijos? ¿Cuánto calor sentiremos como abuelos? ¿Cuán adentro, tierra adentro, reventarán las olas del futuro?
El calentamiento global también es un fenómeno local. Nuestro IMN tiene mapeadas las zonas más vulnerables del país ante el cambio climático. Contra las mutaciones en la temperatura y en la lluvia no podremos actuar. No obstante, sí se puede dejar de contaminar ríos, la producción agropecuaria puede optimizar el uso de agua y las comunidades pueden proteger mejor los bosques para que las amenazas nos sean más leves.
El cambio viene; nuestra adaptación está por verse.
Mares voraces
“Aquí no podemos engañar a nadie”, dice el guardaparques Cristian Brenes. El sendero bajo sus botas está carcomido por el mar, y sobre su cabeza hay un cocotero y un sangrillo medio desmayados porque sus raíces quedaron sin tierra. “Hace dos años, esta parte estaba en perfecto estado. El avance del agua ha sido muy  agresivo”, agrega su colega Marco Antonio Sánchez.
Frente a sí, en el Parque Nacional Cahuita, los guardaparques tienen una multitud de troncos tirados, muchos de ellos aún verdes. Tras de sí tienen la vanguardia de la selva, los árboles y cocoteros más visibles que también flotarán en el mar más temprano que tarde.
El aumento de los niveles del mar es uno de los efectos alarmantes del cambio climático en las zonas costeras. En el país ya han sido reportados los casos del estero puntarenense y del Parque Nacional Manuel Antonio, en Quepos, como sitios en donde este crecimiento de las aguas compromete a poblaciones y ecosistemas. No obstante, según Michael Schloenvoigt, del proyecto Biomarc, el aumento en los niveles del mar en la costa Caribe es mucho más rápido que la del Pacífico.
Responsabilidad. 
En el  pueblo de Cahuita, algunas propiedades que están más cercanas al parque también se miran amenazadas por el oleaje.
En las cabinas Spencer, por ejemplo, algunas mareas excepcionalmente altas han llegado a reclamar incluso el patio de la propiedad.
El cambio climático es un fenómeno hijo de la actividad humana a gran escala: la excesiva emisión de gases de efecto invernadero ha provocado el calentamiento global. No obstante, a la mutación en el clima vienen a sumarse otras presiones más directas y de las que, como país, tenemos más control.
A pesar de que existen fenómenos globales como el aumento del nivel del mar –así como el calentamiento y la acidificación de los océanos–, Schloenvoigt explica que  muchas de las afectaciones perniciosas  que sufren las costas hoy son problemas generados en tierra.
Un arrecife de coral saludable, por ejemplo, es una barrera natural contra los fenómenos climáticos extremos, además de que mantiene el equilibrio ecológico de la naturaleza circundante. No obstante, la contaminación de los ríos –que desembocan en el mar– y la sedimentación son dos afectaciones humanas que actualmente están dañando a los corales junto  los fenómenos de cambio climático.
El blanqueamiento de coral es un problema evidente en Cahuita.  Schlonvoigt afirma que podríamos estar menos alarmados ante los efectos del  clima  si en el país contáramos con ecosistemas menos castigados.
“Lo que se puede hacer es cuidar la integridad ecológica de los ecosistemas; pero si no bajamos esto rápido (las afectaciones ecológicas)  el sistema se nos puede colapsar”, exhorta Schloenvoigt.
El científico afirma que es necesario que las políticas públicas no solo gestionen la mitigación del cambio climático –que es en lo que el país   ha trabajado más–, sino   también en generar planes de adaptación ante los cambios venideros.
Entre la sed y el ahogo
El ganado de Sergio Somarribas está flaco, y algunas vacas se encuentran tan débiles que solo sobre unos zancos han podido sostenerse en pie contra la muerte.
“En la finca  hay una laguna donde está la naciente del río Cañas, y yo nunca la había visto seca hasta este verano. En mis 46 años, nunca vi nada parecido”, dice el ganadero de Santa Cruz. 
En el mapa climático de los riesgos de sequía, la provincia de Guanacaste es una  mancha ardiente.  Por el contrario,  la zona atlántica aparece intensamente anegada.
Sequía e inundación son los dos extremos del clima violento en el país. Y el Instituto Meteorológico Nacional (IMN) revela que ambos fenómenos se agudizarían  en la Costa Rica del futuro.
Variación y regla.
La gente en  Matina mide la violencia de la naturaleza señalándose partes de su cuerpo. “Hasta aquí me llegó  el agua”, dice Lidilia Moraga poniéndose el dedo a la mitad de su torso. Ella, quien tiene 52 años y ha vivido en esta comunidad toda la vida, cuenta que nunca había visto una inundación como la de junio del 2012.
Según el IMN, el clima costarricense de las próximas décadas convertiría lo eventual en una norma, pues las condiciones climáticas que trae el fenómeno de El Niño serían el clima regular para la región.  En Costa Rica, El Niño  genera sequía en la faja costera del Pacífico y más  lluvias en el Caribe.
En un escenario posible en el cual existan altas emisiones de gases de efecto invernadero, el IMN proyecta que la vertiente del Caribe presentará un 50% más de lluvias para el año 2080.
Según el meteorólogo Luis Fernando Alvarado, estos datos son útiles para la prevención de desastres, pero también podrían servir para revelar cuencas potencialmente productivas en las que quizá valga la pena invertir en energía hidroeléctrica.
La proyección más dramática de las obtenidas por el IMN es la disminución de las lluvias  para el norte de Guanacaste. Según el IMN, en el escenario más pesimista de cambio climático para el año 2080 se observan cantidades anuales de 1.000 mm de lluvia, lo cual representa una reducción de hasta la mitad de las lluvias que se presentan en un buen año. Estas condiciones prácticamente son las de un clima semiárido.
Acción inmediata.
“Hay cambios que pensábamos que iban a ser lentos, pero se van acelerando. De cinco años para acá, usted nota la diferencia”, afirma William Alpízar, director de la Dirección de Cambio Climático en el Ministerio de Ambiente y Energía.
El énfasis inmediato del departamento se ha dado en los temas urgentes de agricultura y agua; así como en energía y transporte.
Alpízar comenta que hay  compromisos del sector privado con iniciativas en pequeña escala con vistas a la adaptación para el futuro. No obstante, el jerarca considera que los grandes pendientes en el tema incluyen una  inversión estatal fuerte para afrontar las necesidades de mitigación y adaptación, y la inclusión del tema de cambio climático en el Plan Nacional de Desarrollo.
Colaboró la corresponsal: Cinthya Bran.
Calor en las nubes
Cuando hay menos nubes en un bosque nuboso, uno intuye que sucede algo malo. Los científicos en Monteverde han ido más allá de la intuición y ya han calculado la disminución en ese manto blanco que cubre los bosques de la zona, así como un cambio en el régimen de su aporte más valioso: las lloviznas.
Monteverde es uno de los epicentros de la investigación ecológica en el país y destino obligado de los ecoturistas. También es la casa del doctor Alan Pounds, un ecólogo estadounidense –naturalizado tico– que ha investigado a fondo las relaciones biológicas en el bosque durante más de 30 años. Él es uno de los científicos del país que ha estudiado más largamente los efectos del cambio climático en la ecología.
“No hay disminución en la cantidad de agua llovida, si no en su distribución en el tiempo”, dice Pounds, quien recuerda que anteriormente era común al menos una llovizna diaria, mientras que  ahora pasan semanas totalmente secas entre los meses de enero y mayo, aunque haya lluvias más copiosas.
El pulso de la vida depende del agua, claro está, pero Monteverde es de esos sitios en donde todavía los cambios sutiles dan avisos, y no pasan inadvertidos como para el resto de nosotros. El doctor Pounds nos hizo un recuento de algunos de ellos.
Signos de la biología
El sapo dorado y la rana arlequín no dan noticias, y sus ausencias han sido dos de los efectos más publicitados del cambio climático en el país. Los científicos han indicado que la aparición de un hongo que afecta la piel de los anfibios habría podido ser el factor causante de la desaparición. El científico reconoce que existe alguna polémica en cuanto a si el cambio climático contribuyó, junto a otros factores, a la aparición del hongo. Él sostiene la tesis de que sí lo hizo.
La disminución de otras especies de anfibios y de reptiles son otros efectos que podrían estar ligados a los evidentes cambios en el clima de Monteverde. En cuanto a las aves, Pounds indica que se han encontrado especies que normalmente anidan en alturas más bajas.
“Por ejemplo, el tucán de pico arcoíris ha subido, pero también hay muchas especies que antes no se encontraban, incluso de mamíferos, como una ardilla que ha llegado y que no estaba antes”, dice el experto.
Algunos tipos inusuales de murciélagos también han hecho casa más arriba.
En los resultados preliminares de un estudio en el que colabora, el científico también ha encontrado que la falta de lloviznas y de neblina ha provocado una disminución de orquídeas miniatura, las cuales resultaron ser muy vulnerables.
El emblema
El quetzal resplandeciente es un ave emblemática del bosque nuboso centroamericano, y una de las atracciones principales para los turistas en Monteverde. 
Pounds considera que esta podría ser una especie especialmente vulnerable con el cambio climático, pues la cordillera de Tilarán no es muy alta y, allí, el ave se encuentra en su límite inferior de altura para su hábitat.
Si las temperaturas subieran, el quetzal no tendría  un territorio más alto  para ascender.
Según Pounds, existen datos preliminares que señalan una disminución en la cantidad de parejas de aves que están anidando en algunas zonas de Monteverde, aunque advierte que aún no hay datos conclusivos al respecto.
En Cahuita, los pobladores dicen que la línea costera en el parque nacional se ha metido 30 metros. foto Archivo y Eyleen Vargas.

En Cahuita, los pobladores dicen que la línea costera en el parque nacional se ha metido 30 metros. foto Archivo y Eyleen Vargas. 
En Cahuita decenas de troncos  han sido derribados en el parque nacional por el avance del mar. Eyleen Vargas
 En Cahuita decenas de troncos han sido derribados en el parque nacional por el avance del mar. Eyleen Vargas

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