Noruega es un exportador neto de gas y petróleo y podría manejar la totalidad de su economía solo con hidroelectricidad. Sin embargo, elige generar energía con la fuente de energía más sucia. Quién se las arregló para llevar a los sabios noruegos a tomar una decisión tan poco inteligente?
GAIA, mayo 2013. Un artículo del New York Times del 29 de abril ilustra muy bien la ruina que significa para el planeta y para los ciudadanos el hecho de tener infraestructura mal planificada construida en lo que se considera un modelo de sociedad como Noruega.
Es desastroso para el planeta porque recursos que podrían ser reciclados –ahorrando energía con ello- están siendo quemados para recuperar una mínima parte de su energía gris (es decir, una mínima parte de la energía, insignificante en comparación a la energía que se ha necesitado en el proceso de producción del producto).
Es ruinoso para los ciudadanos, porque la competencia entre estos incineradores de gran tamaño para conseguir residuos está obstaculizando la prevención en la generación de residuos y sin duda socavando efectivamente el reciclaje- que se torna comparativamente más caro.
Si se vuelve más barato exportar los residuos en lugar de manejarlos, qué incentivo tienen las naciones para organizar mejor la recogida selectiva, las medidas de prevención de residuos o desarrollar capacidades para el reciclaje y compostaje?
El hecho de que el incinerador de Oslo tiene que importar residuos del extranjero para alimentar su horno de gran tamaño es una prueba de que, en primer lugar, Oslo planeó mal su infraestructura de residuos. Pero no sólo Oslo está planificando mal: Suecia, Holanda, Alemania, Dinamarca y Austria han desarrollado una mayor infraestructura para quemar residuos respecto de los residuos que tienen disponibles para ello[i].
Existen dos razones que explican por qué países que tradicionalmente se consideraban adelantados en materia de gestión de residuos desarrollan una capacidad tan grande de incinerar. La primera razón es porque pensaron que su producción de residuos seguiría creciendo indefinidamente y/o sus tasas de reciclaje disminuirían. Si esto es así, entonces contradice la legislación europea de residuos, que obliga a reducir la generación y aumentar los índices de reciclaje.
La otra razón posible es que han construido incineradores con la idea de importar residuos para incinerar. Esta opción está parcialmente apoyada por la más reciente legislación europea, que abrió un mercado europeo a la incineración con el resultado –de acuerdo a la Eurostat- de detener el aumento del reciclaje e incrementar las tasas de incineración en Europa.
Promover el transporte de residuos para incinerarlos contradice simultáneamente el principio de proximidad según el cual los residuos debieran ser manejados lo más cerca posible de donde han sido generados.
Un argumento usado por estos países supuestamente progresistas en materia ambiental y que también es planteado en el artículo es que la incineración de residuos ahorra energía. Esto no es más que greenwashing: los residuos contienen la mitad del poder calorífico del carbón, lo que significa que para consumir una unidad de energía se deberán generar el doble de emisiones.
En el caso del artículo, esto pone en evidencia una preocupante paradoja: Noruega es un exportador neto de gas y petróleo y podría manejar la totalidad de su economía solo con hidroelectricidad. Sin embargo, elige generar energía con la fuente de energía más sucia. Quién se las arregló para llevar a los sabios noruegos a tomar una decisión tan poco inteligente?
La sobrecapacidad de los incineradores sería una buena noticia si fuera el resultado de una reducción en la generación de residuos y un aumento en las tasas de reciclaje. Al contrario, si en lugar de eso la función de los nuevos incineradores es quemar residuos importados y destruir en lugar de reutilizar recursos, entonces estaremos dejando una triste herencia a nuestros hijos.
Joan Marc Simon
Coordinador de GAIA en Europa
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