Una síntesis del panorama social ante el “cambio climático” desde México al mundo
Ma. Teresa Medina Marroquín
El tema es tan grave para la humanidad que resulta increíble que a muchos gobiernos les importe muy poco (o nada) el cambio climático, el efecto invernadero y el consecuente calentamiento global pese a lo que pudieran desencadenar para el ecosistema.
Tan ocupados están en la disputa por el poder que las advertencias de renombrados científicos les parecen ciencia ficción o cuentos religiosos, cuyos impactos son noticia hoy y olvido pasado mañana.
No obstante las advertencias son serias, convulsionan al planeta desde hace tiempo y ponen a prueba los avances de la globalidad.
¿Por qué los poderosos se comportan como si no vivieran en la Tierra, mofándose muchas veces de quienes advierten de las catástrofes inminentes como si fuesen palabreros o charlatanes?
¿Acaso el carrusel de la política es más cruel que la reacción de la naturaleza? Recordemos que Einstein decía que “el progreso tecnológico es como un hacha en manos de un criminal patológico”.
La realidad es que el cambio climático y los demonios que lo acompañan comienzan a manifestarse con desolaciones en la agricultura y la ganadería, abriendo un capítulo de atraso, pobreza, hambre, desesperación y ánimos de motín, contrastantes con la desidia, corrupción y ausencias de profundas políticas ambientalistas.
Muchos padecemos una consternación crónica sobre lo que sucede, principalmente respecto a la inacción de los gobiernos mundiales para combatir esa brutalidad que subyace, por lo cual grandes regiones del planeta ya están pagando altísimos costos en sus ecosistemas.
Fenómenos Devastadores para México
Pruebas contundentes de esa fatalidad que los poderosos no hacen nada por revertirla, y que debería ser un imperativo de la moderna globalidad, son los huracanes y ciclones que se pronostican este año para las costas del Golfo de México.
Recientemente el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) entregó a las Naciones Unidas un informe en el que advierte de las funestas consecuencias ambientales que se avecinan para México en los próximos 30 años, en caso de no aplicarse medidas correctivas y preventivas contra los efectos derivados de estos fenómenos.
El reporte señala que “Las entidades con mayor riesgo de padecer desastres naturales asociados a inundaciones son Tabasco y Chipas. En tanto en Veracruz y Tamaulipas, la combinación de ciclones tropicales con ‘nortes’, derivada del cambio climático, generará fenómenos ‘devastadores’ similares a ‘Manuel’, que arrasó parte del estado de Guerrero en septiembre del año pasado”.
El documento del INECC también visualiza otras graves consecuencias: Desabasto de agua y alimentos, sequías en gran parte del territorio, inundaciones en la zona sur, epidemias, mortandad de ganado y riesgos en la sustentabilidad energética, entre otros daños irreversibles.
Para reducir los efectos de estos fenómenos, el INECC afirma que el Gobierno necesita invertir cerca de 80 mil millones de dólares en los próximos 50 años, y advierte en su diagnóstico que en las siguientes tres décadas México enfrentará un “desequilibrio hídrico”.
En otras palabras, enfrentaremos un desabasto de agua en algunas regiones e inundaciones en otras y, por si fuera poco para quienes diseñan las políticas públicas, el agua disponible para consumo humano será casi nula, afectando casi al total de las cuencas hídricas.
¿Podemos imaginarnos este panorama tan adverso?
A esta serie de catástrofes que francamente no se le da la importancia que merece, agreguemos otros males como la violencia, la destrucción de los valores humanos, las enfermedades como el cáncer, el sida y otras epidemias, incluyendo el dengue.
Este informe científico no deja de lado el aumento de las temperaturas en la mayoría de los estados de la república, provocando otros serios problemas de salud pública. Esas ondas de calor serán, según el estudio presentado a la ONU, más frecuentes en las ciudades de Mexicali, Hermosillo y Mérida con calores que en su momento se considerarán de “peligro extremo”.
En resumen, las nubecitas que se veían en el horizonte, se han convertido en nubarrones de amenazas reales que en “protesta” a la depredación humana nos pasan una factura muy costosa. Así, el mensaje no acaba por entenderse: de las 860 millones de hectáreas de bosques que tiene América Latina, un diez por ciento (o unos 88 millones) se ha perdido por la explotación irracional, que a ese paso y en poco tiempo dejará a la región sin bosques, peor que una zona desértica.
Fuente: Ecos de la Sociedad
tereorbe@yahoo.com
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