Hagamos un ejercicio de imaginación. Supongamos que un empresario se presenta ante las autoridades sanlorencinas (nosotros lo imaginamos en nuestra ciudad, pero vale el razonamiento para cualquier ciudad de la región) y pide autorización para su proyecto que dará trabajo a muchas personas. Propone desarrollar un zoológico abierto en toda la ciudad, con el modelo de similares que funcionan en Luján y Escobar, es decir con los animales desplazándose con relativa libertad.
Suponemos que la respuesta del probo Intendente será tajante: NO, y como eco e imitación los Concejales se espantarán y también dirán no, pero con aire circunspecto. Y desde el Ejecutivo provincial, más concretamente en la Secretaría de Ambiente, dirán que no es su competencia, es decir, avalarán por ausencia.Supongamos ahora cuáles serían las razones de la negativa:
- Es una actividad incompatible con la ciudad.
- No se puede involucrar a toda la ciudad en una actividad privada.
- Implica un riesgo sanitario.
- Ocasiona innumerables inconvenientes y molestias cotidianas.
- El Estado no puede controlar lo que sucede.
- De ocurrir un accidente o una catástrofe, no hay estructura ni medios para atender a las víctimas.
- Corren riesgo la salud y la vida de las personas.
- Limita el desarrollo de la ciudad.
- Se puede desarrollar la misma actividad pero fuera del ejido urbano sin alterar el beneficio económico.
Ahora dejemos de suponer y pensemos algo concreto.
Los argumentos esgrimidos en contra del zoológico ¿son aplicables a las industrias? La respuesta es SÍ, pero entonces ¿por qué a esas actividades sí las permitimos dentro de nuestra ciudad siendo que son infinitamente más peligrosas y perjudiciales que un zoológico?
Pensemos.
Sí al Trabajo, Sí a la Vida
No a la Contaminación, No a la Muerte
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